
“Cuando las pasiones del pasado mezclan sus reflejos con los prejuicios del presente, la mirada se turba sin remedio y, lo mismo que el mundo de los maniqueos, la realidad humana se convierte en un cuadro en blanco y negro. Montaigne ya nos lo había advertido: “Cuando el juicio se inclina hacia un lado no podemos dejar de deformar y torcer la narración hacia ese sesgo”. Marc Bloch, Apología para la historia o el oficio de historiador, México, Fondo de Cultura Económica, 2001, p. 141.
Desde hace menos de una década ha emergido en la historiografía contemporaneísta española un grupo de historiadores que se han propuesto revisar lo que hasta ahora se había venido escribiendo sobre la Segunda República y la Guerra Civil. De esta manera, no han dudado en presentar a la primera como un régimen excluyente de profundas carencias democráticas y marcada permanentemente por la violencia de los izquierdistas, particularmente de los socialistas. Una situación que, según ellos, se acentuó con el más que discutible triunfo del Frente Popular y después en la primavera de 1936, cuando el radicalismo de las organizaciones políticas y obreras de estas izquierdas hizo inviable la convivencia democrática, lo que terminó por facilitar la conspiración militar que estalló en forma de Guerra Civil a mediados de julio de 1936.
Creo que es en la introducción que hacen como editores Manuel Álvarez Tardío y Fernando del Rey en el libro El laberinto republicano donde mejor se expresan las intenciones historiográficas de este grupo. Se presentan como una “tercera vía” entre la corriente “neofranquista” que lideraría un polemista como Pío Moa y unos historiadores “frentepopulistas”, cuyo nombre más representativo sería Francisco Espinosa, que no dudan en proporcionar una visión idealizada de la República, dentro de una manera de hacer historia, militante y maniquea, vinculada a los movimientos de recuperación de la Memoria Histórica[1].
Es en este contexto en el que hay que situar la reciente aparición del libro 1936 Fraude y violencia…del que son autores Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa, en medio de una espectacular campaña de prensa, especialmente entre los periódicos conservadores y con una frase de Stanley G. Payne en la contraportada, sobre su contenido, que no puede ser más espectacular. Este estudio representaría “El fin del último de los grandes mitos políticos del siglo XX”[2].
Hace un par de años, en el 2015, Fernando del Rey, en un artículo que publicaba en Studia Historica negaba la existencia de esta corriente académica calificada de “revisionista” por Ricardo Robledo o de “neoconservadores” en palabras de Alejandro Quiroga y consideraba que eran adjetivos que se empleaban peyorativamente para descalificar una manera de analizar la historia de la Segunda República, libre de prejuicios, buscando “la verdad de los hechos” y amparada en la sola solvencia de sus investigaciones. Trataban, según decía, de “desacralizar” este periodo histórico, rechazando la historia de combate escrita al servicio de causas completamente ajenas al trabajo profesional del investigador[3]. Pues bien, no parece que este último libro de Manuel Álvarez y Roberto Villa vaya precisamente por este camino, porque lo que hacen estos dos historiadores claramente vinculados a esta llamada corriente “revisionista”, en mi modesta opinión, es volver a escribir un relato sobre un episodio central de la Segunda República –sus últimas elecciones democráticas- cargado de prejuicios, haciendo una descripción de los hechos más cercano al franquista Dictamen de la comisión sobre ilegitimidad de poderes actuantes el 18 de julio de 1936, que a lo que hoy día conocemos sobre lo que pasó en aquellos días, después de más treinta años de investigaciones locales y provinciales que, por cierto, están sistemáticamente ignoradas en este trabajo, como vamos a comprobar a continuación[4].
[1] Manuel Álvarez Tardío y Fernando del Rey (eds.), El laberinto republicano. La democracia española y sus enemigos (1931-1936), Barcelona, RBA Libros, 2012.
[2] Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa, 1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular, Madrid, Espasa Calpe, 2017, tercera edición.
[3] Fernando del Rey, “Por la República. La sombra del franquismo en la historiografía progresista”, Studia Historica. Historia Contemporánea, nº 33 (2015), pp. 301-326.
[4] Dictamen de la Comisión sobre ilegitimidad de poderes actuantes en 18 de julio de 1936, Madrid, Ministerio de la Gobernación, 1939. Como su propio nombre indica, se trató de un documento encargado por Serrano Suñer a una serie de personalidades que apoyaron la sublevación, que pretendía demostrar el carácter ilegítimo del Gobierno del Frente Popular por haber llegado al poder a través de unas elecciones fraudulentas y mediante la violencia, lo que justificaba el golpe militar del 18 de julio al producirse este contra un gobierno presuntamente “ilegal”. Este dictamen tenía un libro-apéndice en el que se recogían las aparentes pruebas de lo que se pretendía demostrar. He consultado el ejemplar que se conserva en la Biblioteca Municipal de Cádiz.
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